jueves, 19 de junio de 2008

Disimula, disimula ...

Que difícil resulta a veces disimular. Y no quiero ni plantearlo en mi caso que mi cara es reflejo de mi alma y de lo que pasa por mi mente. Y eso me hace pasar situaciones un poco incómodas, por llamarlas de alguna manera.
Y es que hoy, en el tren, la chica de enfrente no dejaba de llorar. Y claro, tu qué haces. Pues yo me he escondido más aún detrás de mis gafas de sol, he subido el volumen de la música y he intentado no mirarla. Pero es que no puedes, ... y la miras de reojo. Pero claro, ella a pesar de todo, también pretende disimular y está atenta a que nadie la vea llorar. Y ella se va haciendo cada vez más pequeña en su asiento, y yo en el mío. Y ella mira alrededor para comprobar que nadie la ve, y yo sí la estoy viendo. Y pienso: "¿Me verá mirarla a través de los cristales negros?" Y entonces es cuando realmente pretendes disimular, porque si te ha visto mirarla, quieres que parezca una coincidencia y un cruce casual de campos visuales. Pues no, no puedes porque empiezas a pensar qué puede ocurrirle y ella saca un pañuelo, y tira el mojado y se seca los ojos pretendiendo que no se le vean, ... y es imposible. Y yo miro por la ventana y me concentro en la canción que escucho, pero no puedo, así que pongo la radio y escucho las noticias pero sigo viéndola esconderse en su sillón. Pero la cosa aún puede empeorar, para ella claro que en el fondo es la que lo está pasando mal. En la siguiente estación se monta alguien que la conoce, y eso ya es fatal, porque ella ya no puede más y empieza a llorar desconsoladamente. Y yo pienso, que mala suerte por favor, es que no habrá más vagones...
Pues esto me hace pensar en que a ella le hubiera gustado llevar una careta en el bolso, la careta de sonrisa para no tener que disimular, porque si ya disimular es complicado, una situación así hace que lo sea aún más. Espero que mañana pueda verla sonreír, y sin careta.
Ya os he hablado de los ojos que me chillan, no todavía del por qué ni de por qué él, pero eso será más adelante. Pues esos ojitos me chillan porque yo lo digo, porque lo que es mirarme me miran mas bien poco por no decir nada. Pero a mi me chillan. Pues después de mi absolutamente fracasado intento de disimulo, vuelven a ponerme a prueba durante todo el día, y puedo asegurar que para mí es un esfuerzo sobrehumano. ¡Que a mí me gusta reír y ser natural y contestar y volverme a reír y mirar a los ojos! Y con los ojos que me chillan tengo que disimular. Como si no hubiera tenido ya bastante por hoy.
Y pensarás que es una tontería disimular... puedo asegurarte que no cuando caigo en la cuenta de que llevo mirando a alguien mas de dos minutos, y que empecé mirándolo a los ojos y he terminado contando las arruguitas del cuello o de la oreja. Además de sorprenderme, me doy un poco de miedo a mí misma. Y puedo contarte que llevaba puesto el día que lo por primera vez, y todos los días de después, y me doy miedo. Y me da miedo contestar demasiado rápido, y que se percate de que pongo más interés en él que en cualquier otro y pongo cara de sorprendida cuando los demás recuerdan detalles suyos ... Y me toca disimular, y no sé.
Y llega el momento análisis. ¿Y él? ¿Me mira también? Y pienso en las veces que hemos hablado, en si me mira, en si me comenta cosas estúpidas o qué se yo... algo. Y nada. Nada de nada. Y casi te evita, de palabra y de mirada. Y entonces empiezas a preguntar a los demás, como si no fuera suficiente darte cuenta tú sola de que no sabe ni que existes, y les cuentas lo que te pasa y claro ellos te preguntan ... y tú NADA pero es que sus ojos me chillan, y claro me chillan a mí y en silencio, porque nadie más se da cuenta.
Así que mañana dejaré de disimular, porque total, ni siquiera se daría cuenta si llevara un cartel en la frente con su nombre. Pero claro, llegaré como todos los días y me quedaré con cara de tonta contándole los lunares de los brazos.

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