jueves, 11 de diciembre de 2008

El precio de la vergüenza I

Me pregunto a cada aberración
cuál es el precio de la vergüenza.
Las luces de los ciegos de corazón no sirven de guía
para los que seguimos la derrota de la piel y la compaña.
No me preguntes por qué sufro,
porque sufro por todos
y me arrastraría para inventar con mis manos
el camino que siguieran
aquellos que nos llevan al muro de la deshonra,
que terminaría en un campo de concentración
de caricias y besos, para que aprendieran.
Será su peor castigo desacostumbrarlos al odio
y enfundarles la amable coraza de la vida.
Morirán solos, apartados, autoexhiliados
de pura angustia por no haber sabido amar.
Será su peor castigo descubrir en la muerte
el alivio de una vida de indecencia.
Porque les será imposible soportar
palpar el calor cómplice de una piel
por primera, última y única vez.
Será nuestro peor castigo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me has dejado sin palabras.Precioso.Emocionante.Desolador.
Ojalá pudiéramos curar los males del mundo con caricias y besos.

Leticia dijo...

Muchas gracias amig@.
Estoy convencida de ello: los besos y el cariño tienen poder curativo para la mente, el alma y el cuerpo.
Si habláramos más, discutiríamos menos. Si nos tocáramos más, nos ofenderíamos menos.