miércoles, 19 de noviembre de 2008

Darwinismo social con bemoles, por Juan Yanes

Fui a la entrevista de selección para el puesto de trabajo. El tipo que estaba detrás de la mesa empezó a leer mis referencias: «Inteligente; incisiva; sabueso; ágil; muerde cuando quiere; el dinero la pierde; adora al becerro de oro; carece de escrúpulos; no tiene principios; se vende al mejor postor; adula a los jefes; repta; lame; siempre piensa mal de la gente; no tiene amigos; miente; no tiene conciencia reivindicativa; carece de ideología; oportunista nata; aparenta poseer una cierta cultura; nervios de acero; todo en ella es apariencia; paciente; taimada; conoce el arte de la seducción; posee un extenso repertorio de insultos; directa o sinuosa, según convenga; convincente, segura; puede ser amable y encantadora, en ocasiones o simplemente insoportable; calcula el riesgo; calcula el coste-beneficio; es una calculadora; no da propinas; desprecia a los débiles; no es ni guapa ni fea sino todo lo contrario; no tiene pareja estable; le gusta mandar; no bebe; no fuma; descubre con facilidad los puntos débiles de los demás; se alimenta de acelgas; ve lo que pasa a sus espaldas; no se ablanda ante el dolor ajeno; su ambición no tiene límites, parece una mosquita muerta». El tipo que estaba detrás de la mesa cerró la carpeta, se puso a dar golpecitos con los dedos sobre el lomo del dossier, me miró y dijo:
—El puesto es suyo, señorita.

Juan Yanes

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