Al sentirme colgada del tendedero me duelen las pinzas en los hombros.
Es un algo punzante que me hiere pero me salva de estrellarme contra el suelo.
Creo que sentí lo mismo la primera vez que te vi.
Lástima que en ese momento me quitara las pinzas, en contorsionado movimiento, consciente de que el suelo estaba más lejos de lo que mis miopes ojos me dejaban ver.
Ya no tengo miedo. Con el tiempo he aprendido a caer felinamente en pie.
domingo, 14 de marzo de 2010
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6 comentarios:
Enhorabuena. Cada vez escribes cosas más interesantes.
Lástima que no tan a menudo como nos gustaría...
Abrazos.
¡Muchas gracias!
Se agradece la particiación y las palabras de ánimo. Sé que tu me lees con muy buenos ojos.
Besos y abrazos.
Me quito el sombrero, amiga.
Me alegra leerte de nuevo, muy bueno el poema.
Un saludo!!!
Vaya, muchas gracias...
Me sonrojo ante tanto halago.
Espero que los cambios sean para mejor siempre, y que puedas volver a escribir pronto.
Un saludo.
Deberías quemar tu caja de pinzas y cortar la cuerda del tendedero...
Quizás es una buena idea... a lo mejor podría aprender a hacer equilibrismo sobre el alambre.
¡Puede ser interesante!
Gracias por la aportación, artista.
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