lunes, 21 de julio de 2008

600 kilómetros que yo ando cada noche para dormir contigo...

Hoy he estado visitando a viejos amigos y terminando algo que dejé a medias y que parecía no tener fin. Lo de volver a esta ciudad conllevaba traer de vuelta también todas mis cosas conmigo y eso no se hace en uno ni en dos días, pero no pensé que en tantos. Y es que volver como ya dije no es sólo un cambio físico y geográfico. Meter una etapa otra vez en cajas cuesta, por todo lo emocional que implica. Y no he podido evitar cuando he cerrado la puerta tener la sensación de dejar ya algo atrás. Me pasa cuando me marcho de casa, de la que ha sido temporalmente mi casa. Y aunque la vez pasada fue por causas diferentes, esta vez también he sentido "etapa cerrada". Bueno, pues creo que ya casi he terminado, aunque a este paso, como decida volver a marcharme voy a estar más tiempo entre cajas que asentada en un lugar.
Como digo la vez pasada fue diferente, fue porque esa no era mi casa, sino que terminó por convertirse en nuestra casa a duras penas y a pesar de la oposición permanente de todo el que tenía algo que decir. Pues fue así, que vamos a hacerle. Y hoy desde tu distancia me he enterado de que vuelves porque alguien me lo ha contado con miedo a hacerme daño, y lo que no sabe es que ya eso dejó de dolerme hace mucho.
Pues desde tus 600 kilómetros de tierra de distancia vuelves a aparecer para nadie sabe qué, pero vuelves que lo tuyo es más que nada por molestar un poco. Y cuando me han preguntado que he sentido al saberlo, tengo que ser sincera, les he dicho que nada. Nada salvo pensar que quiero encontrarme contigo para ver si tienes la hombría de mirarme a la cara. Yo que nunca fui de promesas ni compromisos ni ataduras me vi envuelta sin buscarlo pero conforme al fin en una relación con un vínculo muy fuerte, más de lo que pude imaginar y de lo que estaba en principio dispuesta a asumir. Pero a pesar de todo y de todos, la cosa cambió y yo noté ese cambio. Y si he de reconocer que entonces si me dejé llevar y no me importó enfrentarme a todos con la seguridad que me daba tenerte al lado. Y sí, yo era consciente en todo momento de que no era duradero, de que aquello no iba hacia ningún lugar, no tenía un punto de destino igual que no tuvo un punto de comienzo claro. Pero ese tiempo, yo estuve ahí, a sabiendas de que cualquier día me despertaría y me dirías que querías marcharte y me daba igual, y me dio igual el día que me lo dijiste, porque yo ya lo sabía. Yo era feliz contigo porque tú querías estar conmigo, y el día que decidieras marcharte no sería ningún drama ni tragedia, porque para mí mi tiempo invertido contigo duró lo que tuvo que durar, y de nada servía alargarlo innecesariamente. Ni siquiera esperaba que te arrepintieras de marcharte, sólo esperaba que quedara un buen recuerdo de dos, y así lo entendí cuando al día siguiente de marcharte me llamaste desde tus buscados 600 kilómetros echándome de menos. En dos años nunca nos dijimos te quiero, nunca, y ese día me lo dijiste mil veces hasta que se cortó la llamada, a mí entonces me sirvió igual que si me lo hubieras dicho desde el primer día. Y entonces fue cuando se complicó todo, porque el convencimiento de que aquello tenía sus días contados desapareció ante la posibilidad de que la distancia no fuera el fin y tú, sin querer culparte de todo, tuviste mucha culpa de eso.
Una vez me dijiste que esos 600 kilómetros los andabas todas las noches para dormir conmigo... y sólo una vez me preguntaste si yo estaría dispuesta a recorrerlos en tren sólo de ida y para quedarme. Lo siento pero sabías que no iba a ser así. Y volvió a cambiar todo. Y no me arrepiento, de veras porque me valió para darme cuenta de cómo eras realmente. Y desapareciste, así de la noche al día.
Y hoy me entero de que vuelves, para quien sabe qué. Y además llamas a mis amigos para verlos a todos después de tanto tiempo. No espero una llamada tuya ni mucho menos, pero me encantará encontrarme contigo cara a cara, para verte y que me veas. Porque en las distancias cortas es donde se demuestra la valía personal, y tú te acercaste tanto que tuve que dejar de mirarte porque no me gustaba lo que veía. A veces desde lejos, desde muy lejos se ven mejor las cosas.

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