Era la segunda vez, y dicen que siempre la primera es la más complicada. Bueno, para algunas cosas será. También dicen que con la práctica, todo mejora. Pues será también para algunas cosas. Y sólo hablo de montar muebles, en serio. Y te lo dice alguien a quien le gusta bastante este tipo de trabajos. No voy a decir que soy excesivamente habilidosa ni mañosa pero me defiendo, además de que obviando todo el previo, incluso puede resultarme relajante.
Y no voy a entrar en cuestiones ideológicas sobre comercio, marketing empresarial, consumismo abrumador, globalización, homogeneización, producción industrial, apoyos ideológicos, ... porque todavía me duele la espalda de ayer de montar los muebles y lo que quiero es acostarme. Y sé que tampoco voy a descubrirle a nadie el maravilloso mundo que es IKEA, pero voy a contaros mi experiencia.
Lo del mundo IKEA es tremendo. El marketing más absoluto puesto a los pies del consumismo más extremo, y si se junta el hambre con las ganas de comer ... Todo desde que entras está pensado para que no dejes pasar un detalle y por supuesto no dejes de comprar lo más inservible gracias a un precio que a veces resulta irrisorio y que despierta el animal consumista que llevamos dentro. Cualquier cosa, cualquier cosa, en serio. Puedes encontrar cualquier cosa. Y lo que en principio era una tienda de muebles con dudosa reputación, se ha convertido en un megastore donde puedes encontrar cualquier cosa relacionada con la vida en casa. Lo último, champú.
Y si te sacas la tarjetita te hacen un descuento, y digo yo... si ya llevo todo lo que necesitaba, si yo no voy a comprar más en algún tiempo, si lo llevo todo en este carro, ¿no ves que no me cabe nada más?, y además esto tiene una rueda rota y no hay quien lo domine. Y las cestitas amarillas también están llenas, no cabe ni siquiera el cepillo ese tan original para frotar la espalda. Déjalo mujer, de verdad, que no es necesario. Y entonces te dice que te dan un bono por casi 100 euros, y se te cambia la cara.
Y de no tener pensado venir más pasas a bueno habrá que gastar este dinero. Y tenias pensado no volver no por nada en especial, sólo porque llevas todo el día metida en unos pasillos interminables de los que no puedes salirte si no quieres perderte, te has tenido que comer algo que no quieres ni recordar en la misma cafetería, te duelen los hombros de cargar con las dichosas bolsitas amarillas, el carro es indomable, la caja tiene una cola eterna, en el coche no cabe todo, y hay que subirlo al tercero sin ascensor, y cuando crees que has terminado queda montarlo todo.
Y entonces llega lo mejor, en serio, porque la base del mundo IKEA es el momento en que abres la caja y empiezas a sacar las piezas de lo que hayas comprado. Y sacas piezas, y más piezas, y más piezas, ... y nunca pudiste imaginar que una mesita auxiliar podía tener tantas. Y ahora los tornillos y las tuercas y las llaves. Es de lo único que me quejaría, de la dichosa llave allen. Y mira que han mejorado, porque de mi primera experiencia a la segunda han incluído un curioso soporte para la llave que se supone que ayuda a su uso. Puedo asegurarte que no es así, pero lo han intentado. Y lo básico, fundamental y vital: las instrucciones de montaje.
Es el momento clave, no puede haber errores porque todo está calculado al milímetro para que cada pieza encaje como en un puzzle y nada sobra ni falta, y si es así, mala señal. Pero claro, que de eso siempre te das cuenta al final. Porque si el montaje de la mesita tiene 24 pasos (no es una exageración) si algo falla no te das cuenta hasta el paso 18, cuando ya no hay marcha atrás como comprenderás después de llevar toda la santa tarde liada con la mesita. Así que una recomendación fundamental es NO EQUIVOCARSE. Y esto que puede parecer tan tan básico, y de hecho lo es, es lo esencial para que después de dos horas no termines acordándote de la familia al completo del señor Ingvar Kamprad. Y es que eso de que de los errores se aprende, aquí no tiene cabida, porque el error te cuesta tiempo y dinero y casi nunca tiene solución.
Total, que después del diíta que llevas de excursión al centro comercial y las vicisitudes varias que allí te toca sufrir, de la llegada a casa y el montaje, a lo mejor te piensas eso de volver nunca más y de mandarle el dichoso bono al encargado de montaje de IKEA para que con él pague un buen diseño de herramientas y no la chorrada de plastiquito que le han puesto a la llave allen y que no aguanta entero ni al segundo tornillo.
Pero ahora que me acuerdo... había una vajilla y unas cortinas tan monas.
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